Si hiciéramos un análisis antropológico sobre las distintas formas de intervenir la corporalidad humana, encontraríamos registros de miles de culturas alrededor del mundo que tienen distintas prácticas para intervenir sus cuerpos. Pero entonces, ¿por qué sigue siendo tema de debate la intervención quirúrgica con fines estéticos dentro de los feminismos?, ¿Qué diferencia hay entre teñirse el pelo, hacerse un tatuaje, usar braquets, y operarse la nariz? Son todas intervenciones corporales que rompen con los límites naturales que nos impone nuestro cuerpo pero, ¿por qué algunas despiertan más polémicas que otras?
Existen en la actualidad en los movimientos feministas dos grandes posiciones respecto de este tipo de intervenciones corporales :
Por un lado un feminismo postestructuralista que ve en las cirugías plásticas un dispositivo de poder para ejercer prácticas sobre el cuerpo con el fin de “normalizarlo” según los cánones de belleza hegemónicos. Este feminismo sostiene que con este tipo de prácticas se profundiza la naturalización del patriarcado, como trama cultural que subyuga a las mujeres.
Por otro lado, un postfeminismo que ve en el deseo de someterse a una cirugía estética cierta negociación del individuo con la propia identidad, algo así como un instrumento de liberación y empoderamiento femenino mediante el cual conseguir más beneficios.
La grieta feminista
Desde Panóptico preferimos posicionarnos más desde un tercer eje de discusión, entendiendo que existe en la actualidad un problema cultural de pensar prácticamente todo en términos de grieta negando los conflictos y las incoherencias. Negar el conflicto es negar la dimensión transformadora de la vida social, debemos hacernos cargo de que estamos atravesadxs por el conflicto, y como feministas deberíamos hacernos más preguntas que impartir certezas. Por otro lado, el feminismo no debería ser normativo, ni mucho menos punitivista. El feminismo no debería decirnos qué hacer, qué preferir o qué desear, porque eso nos lo dice el patriarcado históricamente.
Por otro lado, y siguiendo siempre a Foucault, que nos ha enseñado a desconfiar y cuestionar todo lo que consideramos "normal", deberíamos también desconfiar, o al menos analizar, toda nueva libertad, ya que como nos advierte Michel, esas nuevas libertades pueden portar el peligro de que en realidad sean nuevas formas que el poder encuentre para fijar nuevos límites. En resumen, y con respecto a si es feminista o no desear una cirugía plástica, deberíamos tener más preguntas que respuestas, cuestionarnos cómo y para qué llegamos a desear lo que deseamos, y, sobretodo, no personalizar luchas que son estructurales, ni yutear el "deseo" de nadie con un feministómetro.
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